martes, 21 de octubre de 2008

Cada vez entiendo menos....


Cada vez entiendo menos el mundo en el que vivimos.

Teóricamente el ser humano nace de la conexión positiva de dos almas que se aman; dos cuerpos que intercambian flujos de armonía y que< se funden en un sentimiento embriagador llamado, por nosotros, Amor. De ahí que el ser humano esté condenado, desde su nacimiento, a experimentar hacia los demás emociones con carga positiva como el cariño, el enamoramiento, la pasión, la dulzura, el deseo, la atracción….. Ya siendo niños amamos a nuestra madre, deseamos la cercanía de su cuerpo, nos apasionan esos momentos que vivimos aferrados a su pecho, fuente de alimento, que nos proporciona los primeros instantes placenteros de nuestra vida, nos atrae su voz y la dulzura con la que nos acaricia y nos sentimos ansiosos sin su presencia. De igual

forma, a lo largo de toda nuestra vida, esas emociones se repetirán una y otra vez. Cada sentimiento volverá a nosotros para recordarnos de manera subrepticia, que somos seres nacidos de la armonía y que, por tanto, es en armonía como deben transcurrir, nuestros días.

Siendo así me resulta muy difícil asimilar por qué las personas nos sentimos tan incapacitadas a la hora de manifestar ante los demás emociones o sentimientos positivos. Se nos da de maravilla llamar imbécil al vecino de arriba que nos martiriza con sus ruidos; nos convertimos en portentos de la prosa si hemos de describir en medio de una reunión de amigos a nuestra parienta, con toda su carga de insoportables defectos y manías domésticas; nos encanta describir esas insufribles relaciones con los padres que nos controlan más allá de lo permitido por la edad ; nos deshacemos en reproches a la hora de acometer nuestro tema favorito: “Relaciones de pareja”, por no hablar de lo mal que nos parece todo lo que hacen nuestros hijos y lo poco que nos gustamos a nosotros mismos… un suma y sigue de actitudes negativas para con los demás que nos ofrecen la idea ilusoria de que somos más fuertes pero que, en realidad, no hace otra cosa que ocultar un gran temor. Sí, nos sentimos vulnerables si demostramos lo que realmente sentimos hacia los demás así que tenemos que disfrazarnos de “mala gente” para permanecer ilesos en la vida. Nos aterra desnudar nuestra alma ante nuestra pareja y manifestarles todo lo que la amamos por miedo a ser dominados; si decimos al hijo lo orgullosos que nos sentimos y lo infinitamente que lo amamos, estamos expuestos a que éste nos vea como un ser débil y nos traten con menos respeto y, ni hablar de decirle a nuestros padres lo necesitados que estamos de su cariño y, por qué no, de sus normas, por si piensan que no hemos sabido salir adelante en nuestras vidas.

Me pregunto si no nos sentiríamos menos estresados y más livianos sin soportar el peso que nos proporciona la continua negación de nuestros verdaderos sentimientos y el disfraz de “mala gente”. Que tal si pudiéramos barrer de nuestra existencia toda esa negatividad que nos hace más “fuertes” pero menos felices y, con la levedad que proporciona la alegría, gritar al mundo y a los demás todo lo hermoso que llevamos dentro. Me pregunto cómo sería el mundo si estuviera dominado por personas llenas de Amor, desprovistas de esa coraza, ese disfraz, esa negación, leves, sin peso…

Delia

1 comentario:

vaiven dijo...

Adelante a esos ojos ansiosos de lucidez, acabarás entendiendo, aunque has de asumir el dolor que causa el conocimiento. ¡eres un sol!.