sábado, 13 de junio de 2009




"La felicidad, surge del interior y es ahí donde hemos de buscarla"

La dicha significa alcanzar el núcleo más profundo de tu ser. Se encuentra en las profundidades últimas de tu ser, donde ni siquiera el ego existe, donde reina el silencio: tú has desaparecido. En la alegría existes un poco, pero en la dicha dejas de existir. Se ha disuelto el ego; es un estado de no ser.
Buda lo llama nirvana. El nirvana significa dejar de ser, ser un vacío infinito como el cielo. Y en el momento en que eres el infinito, te inundas de estrellas e inicias una vida completamente nueva. Renaces.
El placer es algo momentáneo, algo que pertenece a la esfera del tiempo, es algo «de momento». La dicha es intemporal, atemporal. El placer comienza y termina; la dicha ni va ni viene: está ya en el núcleo más profundo de tu ser. El placer hay que arrancárselo a otro: o eres mendigo o eres ladrón. La dicha te hace el amo.
La dicha no es algo que te inventas, sino algo que descubres. La dicha es tu naturaleza más íntima. Estaba allí desde el principio, pero tú no te habías fijado. No te has dado cuenta porque no miras hacia dentro.
Esa es la única desgracia del ser humano, que solo mira hacia fuera, siempre en busca y en pos de algo. Y no se puede encontrar en el exterior porque no está allí.
Una tarde, Rabiya —una famosa mística sufí— estaba buscando algo en la calle, junto a su pequeña choza. Se estaba poniendo el sol y la oscuridad descendía poco a poco. La gente fue congregándose, y le preguntaron:
¿Qué haces? ¿Qué se te ha perdido? ¿Qué estás buscando? Ella contestó: —Se me ha perdido la aguja. La gente dijo: —Se está poniendo el sol y va a resultar muy difícil encontrar la aguja, pero vamos a ayudarte. ¿Dónde se te ha caído exactamente? Porque la calle es grande y la aguja pequeña. Si sabemos exactamente dónde se ha caído resultará más fácil encontrarla. Rabiya contestó: —Más vale que no me preguntéis eso, porque en realidad no se ha caído en la calle, sino en mi casa. La gente se echó a reír y dijo: —¡Ya sabíamos que estabas un poco loca! Si la aguja se ha caído en tu casa, ¿por qué la estamos buscando en la calle? Rabiya replicó: —Por una razón tan sencilla como lógica: en la casa no hay luz y en la calle aún queda un poco de luz. La gente volvió a reírse y se dispersaron. Rabiya los llamó y dijo: —¡Escuchadme! Eso es lo que hacéis vosotros. Yo me limitaba a seguir vuestro ejemplo. Os empeñáis en buscar la dicha en el mundo exterior sin plantear la pregunta fundamental: «¿Dónde la has perdido?». Y yo os digo que la habéis perdido dentro. La buscáis fuera por la sencilla y lógica razón de que vuestros sentidos están abiertos hacia el exterior: hay un poco más de luz. Vuestros ojos miran hacia fuera, vuestros oídos escuchan hacia fuera, vuestras manos se tienden hacia fuera; por eso estáis buscando fuera. Por lo demás os aseguro que no la habéis perdido ahí, y lo digo por experiencia propia. Yo también he buscado fuera durante muchas, muchas vidas, y el día que miré dentro me llevé una sorpresa. No hacía falta buscar y registrar; siempre había estado dentro.
La dicha es tu núcleo más íntimo. El placer se lo tienes que pedir a otros, y naturalmente te haces dependiente. La dicha te hace el amo. La dicha no es algo que te ocurre; ya está ahí.
Buda dice: «Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo». Deja de mirar hacia fuera. Mira hacia dentro, vuélvete hacia tu interior. Empieza a buscar y registrar en tu interior, en tu subjetividad. La dicha no es un objeto que se pueda encontrar en ninguna otra parte; es tu consciencia.

En Oriente siempre hemos definido la verdad suprema como Sat-Chit-Anand. Sat significa ‘verdad’, chit significa ‘consciencia’, y anand, ‘dicha’. Son tres aspectos de la misma realidad. Es la auténtica Trinidad, no Dios Padre, Dios Hijo, Jesucristo, y el Espíritu Santo; esa no es la verdadera Trinidad. La verdadera Trinidad es la verdad, la consciencia y la dicha. Y no son fenómenos distintos, sino una sola energía que se expresa de tres maneras, una energía con tres aspectos. De ahí que en Oriente digamos que Dios es trimurti, que tiene tres rostros. Esos son los verdaderos rostros, no Brama, Visnú y Mahesh, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; esos nombres son para principiantes.
Verdad, consciencia, dicha: esas son las verdades absolutas. En primer lugar llega la verdad. En cuanto entras en ella, tomas conciencia de tu realidad eterna: el sat, la verdad. Al profundizar en tu realidad, en tu verdad, te darás cuenta de la consciencia, de una increíble consciencia. Todo es luz, nada es oscuridad. Todo es consciencia, nada inconsciencia. Eres simplemente una llama de la consciencia, sin siquiera una sombra de inconsciencia por ninguna parte. Y cuando profundizas aún más, el núcleo definitivo es la dicha, anand.
Buda dice: «Renuncia a todo lo que hasta ahora has considerado importante, significativo». Sacrifícalo todo para ese absoluto porque es lo único que te satisfará, que te llenará, que llevará la primavera a tu ser... y estallarás en miles de flores.
El placer te hará ir a la deriva. El placer te hará más astuto, pero no te proporcionará sabiduría. Te hará cada día más esclavo; no te proporcionará el reino de tu ser. Te hará cada día más calculador, te hará una persona más aprovechada. Te hará cada día más político, más diplomático. Empezarás a utilizar a las personas como medios. Eso es lo que hace la gente.
El marido le dice a la esposa: «Te quiero», pero en realidad simplemente la está utilizando. La esposa dice que quiere al marido, pero simplemente lo está utilizando. El marido puede estar utilizándola como objeto sexual y la esposa utilizándolo como seguridad económica. El placer hace a todos astutos, taimados. Y ser astuto supone perderse la dicha de ser inocente, perderse la dicha de ser niño.
En Lockheed necesitaban una pieza para un avión nuevo y enviaron un comunicado a todo el mundo para ver quién presentaba la mejor oferta. De Polonia les llegó una oferta de tres mil dólares. Inglaterra se ofrecía a construir la pieza por seis mil dólares. Israel pedía nueve mil. Richardson, el ingeniero encargado de la construcción del nuevo avión, pensó que lo mejor era ir a cada uno de los países para averiguar el porqué de la disparidad de precios. El fabricante de Polonia le dijo: «Mil para los materiales, mil para la mano de obra, y mil para los gastos indirectos y unos pequeños beneficios».
En Inglaterra, Richardson revisó la pieza y descubrió que era casi tan buena como la fabricada en Polonia. Preguntó: «¿Por qué piden seis mil dólares?». El inglés se lo explicó: «Dos mil para los materiales, otros dos mil para la mano de obra y otros dos mil para los gastos y un pequeño beneficio».
En Israel, el representante de Lockheed tuvo que llegar hasta un callejón en el que había una pequeña tienda, donde vio a un viejecillo, el que había presentado la oferta de nueve mil dólares.
—¿Por qué pide tanto? —le preguntó.
—A ver —dijo el viejo judío—. Tres mil para usted, tres mil para mí y tres mil para los gilipollas de Polonia.
El dinero, el poder, el prestigio: todo eso contribuye a hacerte astuto. Busca el placer y perderás la inocencia, y perder la inocencia significa perderlo todo. Esto dice Jesucristo: sé como un niño, y solo así entrarás en el Reino de Dios. Y tiene razón. Pero quien anda en busca del placer no puede ser inocente como un niño. Tienes que ser muy listo, muy astuto, con mucha política; solo así puedes vencer en la competición a muerte que hay en todas partes. Todo el mundo está a la greña con todo el mundo, no vives entre amigos. El mundo no puede ser amable a menos que dejemos esa idea de la competitividad.
Pero desde el principio inculcamos al niño el veneno de la competitividad. Cuando acabe la universidad estará totalmente envenenado. Lo hemos hipnotizado con la idea de que tiene que luchar contra los demás, de que la vida es la supervivencia de los más aptos. Así la vida no puede ser una fiesta.
Si eres feliz a costa de la felicidad de otro... Y así es como puedes ser feliz; no hay otra manera. Si conoces a una mujer hermosa y consigues poseerla, se la habrás arrebatado a otro. Intentamos que las cosas parezcan lo más bonitas posible, pero eso es solo en la superficie. Los que han perdido en el juego se enfadarán, se pondrán furiosos. Esperarán una oportunidad para vengarse, y esa oportunidad se les presentará tarde o temprano.
Lo que posees en este mundo lo posees a costa de alguien, a costa del placer de otro. No hay otra manera. Si de verdad no deseas enemistarte con nadie en el mundo, debes abandonar la idea de la posesión. Utiliza lo que tengas a tu lado en el momento, pero no seas posesivo. No intentes reclamar que es tuyo. No hay nada que sea tuyo; todo pertenece a la existencia

OSHO

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